Uno de los ingredientes más importantes para
que ocurra un milagro en tu vida es la expectativa. Si se levanta expectativa
en ti, las cosas comienzan a cambiar.
En Hechos 3 se nos narra la historia de un
hombre, cojo de nacimiento, que era llevado todos los dÃas a la entrada del
templo, para que pidiese limosna. Este hombre pasaba todos sus dÃas cerca del
poder de Dios, pero su vida no habÃa cambiado. Asà nos pasa a veces en la
iglesia hoy.
Y es que no es hasta que se levanta expectativa
en nosotros, que nos ponemos entonces en la posición de recibir un milagro de
parte del Señor. Cuando Pedro y Juan se acercaron a este hombre, fijando él sus
ojos en ellos, dice la palabra: “esperando recibir de ellos algo”, recibió
entonces sanidad.
La comodidad anula la fe. Para que ocurra un
milagro en tu vida, tienes que tener necesidad de él. En ocasiones no nos
percatamos de que parte de nuestra mente se ha resignado ya a tolerar nuestras
circunstancias.
Sanar a la mujer de flujo de sangre no estaba
en la agenda de Cristo. Él iba de camino a casa de Jairo, cuando esta mujer se
arrastró entre la multitud y tocó el borde de su manto. Ella habÃa perdido doce
años de su vida, y se rehusó a seguir perdiendo más. Esta mujer necesitaba su
milagro.
El ciego Bartimeo tampoco estaba en la agenda
de Cristo. Bartimeo estaba sentado junto al camino mendigando, y Cristo iba de
camino a otra ciudad. Y oyendo que era Jesús, comenzó a dar voces: “¡Hijo de
David, ten misericordia de mÃ!”. Le mandaban a callar, pero el insistÃa: “¡Hijo
de David, ten misericordia de mÃ!”. Hasta que Jesús le mandó a llamar, y le
preguntó qué querÃa que hiciera por él, y recibió entonces sanidad.
Quizás hoy tú no estabas en la agenda de Dios
para un milagro, pero tu pasión puede hacer que él se detenga en medio del
camino para bendecirte a ti. Tú eres hoy un candidato para un milagro si te
rehúsas a seguir tolerando tus circunstancias.