«Desechen todo lo que sea amargura, enojo, ira, griterÃa, calumnias, y todo tipo de maldad. En vez de eso, sean bondadosos y misericordiosos, y perdónense unos a otros, asà como también Dios los perdonó a ustedes en Cristo»
(Efesios 4:31-32)
Hace algunos años, en Detroit, conocà a una mujer que se habÃa criado en un paÃs comunista. Mientras conversaba con ella, empezó la emisión de un programa de noticias en la radio. De repente, sus ojos se llenaron de lágrimas.
¿Sucede algo?, le pregunté.
Yo no me habÃa percatado de que el comentarista de ese programa habÃa dicho algunas cosas negativas del presidente del paÃs. «No me gusta oÃr a nadie hablar asà de este paÃs —dijo ella—. No importa que sea cierto, o no. No quiero oÃrlo». A mÃ, las palabras del locutor me habÃan entrado por un oÃdo y salido por el otro, pero a ella la habÃan hecho llorar. ¿Por qué? Porque tenÃa un corazón sensible hacia las cosas de este paÃs.
Ahora bien, nosotros necesitamos ser más como esa querida señora cuando se trata de nuestros pastores, de nuestros maestros, de nuestros evangelistas y aun de nuestros hermanos y hermanas en la fe. Necesitamos reconocer que nuestra insensibilidad ha hecho que la unción del EspÃritu Santo se aparte de nuestra vida, y de nuestras iglesias. Necesitamos percatarnos de que criticar a los demás miembros del Cuerpo de Cristo nos debilita a todos.
¿Qué nos hará fuertes otra vez?
Sólo el poder y la unción del EspÃritu Santo que cae sobre quienes son sensibles a la voz de Dios.
Te recomiendo a que recuperes el corazón sensible que una vez tuviste. Arrepiéntete, dedÃcate a vivir en la ley del amor, renueva tu devoción a la Palabra y busca la comunión con el Padre celestial para que puedas despojarte de la insensibilidad de tu corazón.
No dejes que la dureza de tu corazón siga contristando al EspÃritu de Dios. Vuélvete sensible a las cosas de Dios.
Lectura bÃblica: Efesios 4:1-13